lunes, 2 de agosto de 2010


Santa Eduviges I de Anjou-Hungría (en polaco: Jadwiga, en húngaro: Hedvig, en alemán:Hedwig) (1374 - 17 de julio de 1399) Tras la muerte de su padre fue reina de Polonia(1382-1399). Si bien Eduviges conduciría a Polonia, su hermana mayor, María I gobernaría enHungría. Perteneció a la casa de los Anjou de Hungría y fue hija de Luis I el Grande, Rey de Hungría y de Polonia, y de Isabel de Bosnia. Es venerada por la Iglesia Católica como Santa Eduviges La Reina, considerada como santa húngara y polaca. Es la patrona de las reinas y de Europa Federal.


Se casó con Jagellón, gran duque de Lituania, quien para casarse se tuvo que convertir alcatolicismo. Automaticamente él se convirtió en soberano polaco con el nombre de Ladislao II Jagellón.

Ladislao pasó a ejercer el gobierno, quedando la reina en segundo plano, a pesar de ello fue una ferviente colaboradora de su esposo.

Este matrimonio no tuvo descendencia ya que la única hija del matrimonio murió a los pocos días de su nacimiento. Eduviges murió de sobreparto, y su viudo contrajo matrimonio tres veces más, dejando descendencia.

A pesar de ser venerada en Europa durante siglos, no fue hasta 1979 cuando el Papa Juan Pablo II rezó ante su sarcófago. Fue beatificada en 1986 y canonizada en Cracovia el 8 de junio de 1997. Es la santa patrona de las reinas y de la Europa Unida.

NOVENA A LA GLORIOSA SANTA EDUVIGIS

PRINCESA DE POLONIA

Patrona de los adeudados insolventes y desvalidos

Por el

padre Antonio Paredes

De La Compañía de Jesús

PROLOGO

El amor del prójimo corresponde siempre al amor perfecto de Dios desde sus tiernos años colocó en Dios todos sus afectos la gloriosa Santa Eduvigis, y conservó toda la vida su inocencia del bautismo. No habiendo jamás mancillado su alma con culpa grave, toda su vida fue adornada con heroicas virtudes. Le mereció cuna la grandeza; le lisonjeaba los aplausos el gusto y le ofrecían al deseo delicias en la corte de Bertoldo, su padre, marqués de la maravilla puesta en estado de matrimonio con Enrique, duque de Polonia, igual suyo así en la soberanía como en la piedad, lo movió con sus ejemplos a cultivar las virtudes más propias de un príncipe cristiano. Educó seis hijos, que como preciosas margaritas dio al mundo, el temor, divino y logró que todos vivieran arreglados a la ley del Señor. Alcanzo de su buen esposo licencia para vivir en castidad y el mismo Enrique a imitación de su esposa se obligó también a guardarla. Casi treinta años vivieron estos consortes como ángeles admirando todos tan gloriosos ejemplos, especialmente los de la Princesa que agregada a un monasterio, fundación suya, procedía en el claustro con la más observante religiosa. Oraba sin intercesión logrando en el trato del divino esposo, grandes favores de su designación. Derramando su corazón cierta vez ante un crucifijo, vio que desclavando de la cruz la imagen la mano diestra con ella le echaba la bendición y al mismo tiempo, oyó que sensiblemente le decía estas palabras; “He oído tu oración; alcanzaras lo que me pidas”. Mortificaba su cuerpo con sangrientas disciplinas, ásperos silicios, ayunos, vigilias, otras asperezas imitables que le sugerían su fervor. Amó tiernamente a la madre de la pureza María Santísima, de quien tenía siempre consigo una tan pequeñita imagen, que le cabía en un puño; y fue un caso prodigioso que habiendo muerto con ella en la mano no fue posible abrírsela para quitarle la presea. Lo más admirable fue que trasladándose después de muchos meses el cadáver, se hallo con la imagencita empuñada y los dedos con que la tenia incorruptos, estando en lo demás desnuda la osamenta.

De esta divina hoguera salieron aquellas llamas buscando a Dios; de allí volvían a los prójimos cuyo bien de alma y cuerpo solicitaba ansiosa la Santa Princesa. Aseguró doncellas, doto monjas, amparó religiosas y vagando por el siglo su caritativa compasión se constituyó en deudora de todos los desvalidos. Ninguno se eximía de su calor participando de su beneficencia, los huérfanos, las viudas, los enfermos y los atribulados. A todos socorría Eduvigis; pero especialmente se esmero con trece pobres que en honra de su divino Jesús y sus doce apóstoles, agregó a su familia; a los cuales llevaba siempre consigo en todas las jornadas para servirles, regalarlos y componerles los lechos en que dormían. Llevóle a la Santa, gran parte de su misericordia la tribulación de aquellos miserables que hallándose cargados de deudas no podían por su pobreza satisfacer a sus acreedores que los oprimían. Luego que la Santa sabía que alguno padecía de congoja como fiadora suya, pagaba sus deudas, y los libertaba de la angustia que lo amenazaba.

En atención a esta voluntad con que Eduvigis en vida patrocinaba a los deudores insolventes ha parecido cuerdo proponérsela para que acudan a su amparo los que teniendo obligaciones de mantener, se empeñan en los tratos y por su infortunio, cuando se cumpla, se halla sin felicidad para la correspondencia; teniendo embargos, perdidas y descréditos. Para estos, pues se ha dispuesto esta novena, que de prevención convendrá nueve días antes del día de la Santa que es a diez y siete de Octubre. Podrá también hacerse cuando amenazare el aprieto comulgando al principio y fin oyendo misa cada día, y haciendo en el intermedio alguna obra de piedad; esperando confiadamente el afligido que oirá la Santa sus ruegos y dará el consuelo que necesita, a gloria del Señor.


DIA PRIMERO

Señor mío Jesucristo hijo verdadero del eterno Padre que haciéndote cargo de las deudas del mundo a que ninguna criatura era capaz de de satisfacer determinaste hecho hombre, pagar a la divina justicia por todas ellas, dando en la cruz, el precio de tu vida y con ella todo el caudal de tu sangre santísima. Conozco que como ingrato a tantos beneficios me he adeudado con nuevas culpas, agraviando a tu inmensa bondad. Pero a mi Jesús Redentor mío recurro arrepentido al tribunal de tu gran misericordia. Protesto que me pesa en el alma de todos mis pecados y considerando que han sido ofensas con que he menospreciado tu bondad soberanía y amor las detesto con todo mi corazón. Y fiado en este mismo amor con que aún desmereciendo deseas mi bien, te pido perdón de todas ellas prometiendo firmemente enmendar mi vida, y esperando que me has de recibir en tu gracia en la que perseverar hasta la muerte, Pequé. Señor; ten misericordia de mi.

Clementísimo Dios, caridad infinita que amasteis tanto al mundo como lo prueba la dádiva graciosa de vuestro unigénito Hijo que fue el precio de nuestra Redención y cuyos infinitos méritos son montes de piedad, destinados para que los pecadores arrepentidos que acudan a vuestra misericordia sean libres de las espirituales deudas, por lo que la justicia vuestra las ejecuta. Agradezco Señor, tanta firmeza y justamente os bendigo, por la providencia que tu visteis aún de nuestras temporales deudas enviando al mundo a vuestra amada sierva Santa Eduvigis que llena de caridad se constituyó protectora de los deudores, insolventes, satisfaciendo por ellos a los acreedores que los oprimían. Ruegoos, Señor, Dios mío, Padre de las misericordias que atendiendo a los méritos y súplicas que continuará la Santa en el Cielo, como nos perdonáis nuestras deudas, así mismo libraréis de las deudas que por su necesidad han contraído con los hombres tantos pobres y oprimiéndole el corazón, los tienen en perpetuas agonías. Por estos miserables os pido, y como a padre de nuestro Señor Jesucristo, que es el consuelo de los atribulados, os requieren, para que proveyéndoles de los medios que necesitan, busquen ya consolados el bien de sus almas y logren con vuestra gracia gozaros eternamente en la gloria.

Amén.

2 comentarios:

  1. Gloriosa princesa Santa Eduvigis, que llegado al término de tu destierro, noticias del día del tránsito a la eternidad, te previniste con los Santos Sacramentos de la Iglesia y empuñando la imagen de María Santísima, que quisiste te acompañara en el Sepulcro, como en vida te había acompañado por la cordial devoción que desde tu niñez profesaste a la gran Señora, esperaste al Esposo, el que con la comitiva de los cortesanos, vino a recibir tu espíritu y pasando por una preciosísima muerte a lograr el premio de tus virtudes, comenzaste a reinar con tu Esposo en el Cielo. Te doy el parabién de tu gloria, en la que resides, contemplándote en Dios. No apartes del mundo tus ojos pues llevando miserias, están estas clamando por ti por su remedio. Sientan, pues los enfermos, desvalidos, los efectos de tus compasivas entrañas, a las que confiado recurro en las circunstancias presentes, esperando el consuelo que pido a mayor gloria de Dios. Amén.

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  2. Hermosa mi Santa Madre, ten piedad de todos nosotros que con ferviente confianza oramos ante ti y agradecidos por tú benevolencia proclamamos tú nombre Santa Eduwiges, que la gloria sea para nuestro Padre bendito y para ti que intercedes con gran humildad por nosotros . Amen

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